Monday, October 31, 2005

Óscar Rodríguez Madariaga

“Los jóvenes ya no son vistos como un proyecto vital, sino como consumidores”


Arzobispo de Tegucigalpa, el Monseñor Rodríguez Madariaga fue recientemente nombrado Doctor Honoris Causa en la PUCP. Gran activista para lograr la condonación de la deuda externa de los países pobres y agudo crítico de la sociedad actual, fue un candidato de peso para suceder a Juan Pablo II como Sumo Pontífice.


¿Se ha tomado conciencia de la importancia que tendría el hecho de condonar la deuda externa de los países pobres?
En 1994 Juan Pablo II pidió la condonación o reducción sustancial de la deuda internacional. Siendo yo presidente del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano), el Papa me encomendó la misión de generar conciencia sobre el tema. El Perú fue uno de los países que más participó en esta campaña Jubileo 2000 para reducir la deuda. En 1999 entregué 17 millones de firmas, de las cuales aproximadamente un millón fueron recogidas en el Perú, a los presidentes del G-7 (los países más industrializados del mundo) reunidos en la cumbre de Colonia. Allí ellos se comprometieron a reducir la deuda, pero no lo hicieron. Ahora, finalmente, en la cumbre de Green Eagles, en Escocia, se llegó a la meta que nos propusimos, pero sólo con 18 países, de los cuales 15 son africanos. Aún falta mucho por hacer.

Y el problema de la deuda externa tiene en jaque permanente a los países pobres desde hace décadas.
Los problemas mayores surgieron en 1982, año en el que por problemas financieros México se negó a pagar los intereses de la deuda. A partir de entonces los intereses se subieron unilateralmente. Deudas que habían sido contraídas al 6% de interés llegaron a tener hasta 20% de interés. La deuda se hizo inmanejable, ningún país pudo crecer.

Recién a finales de la década de 1990 se empezó una campaña sobre la deuda.
En 1990 se empezó a aplicar la receta del FMI, basada en ajustes estructurales que implicaron grandes sacrificios. Se subieron impuestos como el que aquí se llama el IGV, subió el costo
de servicios como la energía eléctrica, combustible, agua, teléfono. El impuesto a la renta, que debe gravar a los que más tienen, en cambio, se fue bajando. Si bien estos ajustes dieron
resultados macroeconómicos, perjudicaron a los sectores pobres.

¿Qué opina de los tratados de libre comercio que Estados Unidos está negociando con diversos países?
Nuestros gobernantes están presionados por las dificultades que tienen para participar en el mercado global. Por ejemplo, El Salvador, Guatemala y Honduras firmaron y ratificaron los tratados antes de que Estados Unidos los redactara. En cierto sentido, fuimos más católicos que el Papa. Todos hablan de los grandes beneficios de estos tratados, pero se dejan de lado aspectos negativos. Es cierto que no podemos quedar al margen del mundo globalizado, pero debemos tener un sentido crítico.

¿Cómo cambian las relaciones humanas con la globalización y la tecnología?
El problema es que vivimos en una sociedad economicista que insiste en la privatización. El colmo de la privatización es encerrarse en el egoísmo. La persona encerrada en sí misma pierde la identidad humana. Como personas, somos comunitarios. Tanto la dimensión individual como la comunitaria son indispensables para tener un equilibrio psicológico. Muchas de estas nuevas tecnologías de la comunicación cancelan la dimensión comunitaria, hasta en las celebraciones litúrgicas, que pueden verse por televisión.

¿Se ha perdido el interés por encontrar el sentido de la vida?
Creo que sí. La sociedad promueve una oferta de droga y consumismo. Los jóvenes, especialmente, ya no son vistos como un proyecto vital, sino como consumidores de todo tipo de bienes. La ideología del consumismo ya no ve a las personas como sujetos de dignidad, sino como consumidores potenciales o reales. Así, llenándonos de cosas, nos vacían del ser y nos llenan del tener.

¿La Iglesia se ha alejado de la gente?
Quien dice eso padece de ceguera. En los días que he estado en el Perú no he visto una Iglesia alejada de la gente, sino más bien una Iglesia en medio de la gente. Muchos tienden a equiparar la Iglesia con la jerarquía y esta es sólo una parte. La mayoría son los laicos, el pueblo de Dios.


Publicado en Punto.edu 28, año 1.

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